En este post queremos retomar, desde un punto de vista teórico, algunos debates que se vienen esbozando en la revista Ideas de Izquierda.
En el primer número de Ideas de Izquierda, debatimos con aquellos que consideran al peronismo como una invariante de la conciencia obrera en la Argentina. En la entrevista con Daniel James publicada en el N° 2 de esta revista, el reconocido autor de Resistencia e Integración hace alusión a la idea de “doble conciencia” para comprender la relación de los obreros con la izquierda y el peronismo. En el número 3, Juan Hernández analiza críticamente el uso de esta noción de “doble conciencia” en tanto permite comprender analíticamente una situación histórica concreta, pero alerta con que también puede generar una lectura estática de la cuestión. En la entrevista con Juan Carlos Torre, que se publica (rá) en el número 4, se retoma el tema de la “doble conciencia”.
En última instancia, todas estas discusiones remiten al problema de la relación histórica de la clase obrera con el peronismo en la Argentina, a la cuestión más general de la relación entre la lucha sindical o económica y la lucha política socialista; y por último al problema de en qué medida el marxismo da cuenta de la “evolución” y los saltos de la conciencia de la clase obrera.
La “doble conciencia” como categoría metodológica
y como categoría histórica concreta
Se pueden considerar dos planos en los cuales pensar la categoría de “doble conciencia”. Uno, el que tiene que ver con una cuestión “estructural” del capitalismo (y en ese sentido como categoría metodológica general) y otro, que tiene que ver con la expresión histórica concreta de la subjetividad de la clase trabajadora y las formas en que se ha articulado la contradicción entre la combatividad de la acción sindical y la moderación de la acción política. Partiendo de que para el marxismo tal categoría no responde a un ideal a conquistar, sino una constatación de cómo el capital moldea la subjetividad de la clase obrera, que a su vez se modifica con la experiencia de lucha de clases.
Esta diferenciación (entre una "esfera" económica y otra política NdR), por supuesto no es un problema teórico, sino práctico. Ha tenido una expresión práctica inmediata en la separación de las luchas económicas y políticas que han tipificado los movimientos de las clases obreras modernas. Para muchos socialistas revolucionarios esto no ha representado más que el producto de una conciencia engañada, "subdesarrollada" o "falsa". Si a eso se redujera todo, sería más fácil superarlo, pero lo que ha provocado que el "economicismo” de las clases obreras sea tan tenaz es que corresponde, en efecto, a las realidades del capitalismo, a las formas en que la apropiación y la explotación realmente dividen los ámbitos de la acción económica y política, y de verdad transforman en asuntos claramente "económicos" determinados asuntos políticos esenciales, luchas por el dominio y la explotación inextricablememente ligadas, en el pasado, al poder político. Esta separación estructural podría ser, por cierto, el mecanismo de defensa más eficaz con que cuenta el capital. (Ellen Meiksins Wood. Democracia contra capitalismo. Siglo XXI. 2000 pág. 26)
En este sentido general, puede hablarse metafóricamente de “doble conciencia”, o de la tendencia a la combinación entre la combatividad y proximidad con posiciones u organizaciones de la izquierda para la lucha económica y el apoyo a alguna variante patronal en el terreno político, pero no como propia de una naturaleza inmutable de la clase obrera, sino como manifestación ideológica de la forma de funcionamiento y de explotación específicas de la sociedad capitalista. Si bien visto desde el punto de vista del cuestionamiento del capitalismo en su conjunto, el sindicalismo supone una forma de conciencia burguesa y por ende el carácter contradictorio de la “doble conciencia” resulta relativo, es sobre esta tendencia inherente en el capitalismo a separar la economía de la política (que afecta a todas las clases); que hay que pensar las formas posibles de evolución de la conciencia obrera desde la pelea por sus intereses inmediatos, hacia una perspectiva de lucha política socialista.
Desde este punto de vista, la "doble conciencia" sería la forma inicial en que se desarrolla la subjetividad de la clase trabajadora, la cual por su carácter internamente contradictorio (que expresa a su vez la contradicción entra la conciencia y las acciones) plantea la posibilidad de su superación. Resulta útil el planteo de Antonio Gramsci al respecto:
El hombre activo, de masa, elabora prácticamente, pero no tiene clara conciencia teórica de su obrar, que sin embargo es un conocimiento del mundo en cuanto lo transforma. Su conciencia teórica puede estar, históricamente, incluso en contradicción con su obrera. Casi se puede decir que tiene dos conciencias teóricas (o una conciencia contradictoria): una implícita en su obrar y que realmente lo une a todos sus colaboradores en la transformación práctica de la realidad; y otra superficialmente explícita o verbal, que ha heredado del pasado y la ha aceptado sin crítica. (…) La conciencia de formar parte de una determinada fuerza hegemónica (esto es, la conciencia política) es la primera fase para una ulterior y progresiva autoconciencia, en la cual teoría y práctica se unen finalmente. Pero la unidad de la teoría y de la práctica no es, de ninguna manera, algo mecánicamente dado, sino un devenir histórico, que tiene su fase elemental y primitiva en el sentido de "distinción", de "separación", de independencia instintiva, y que progresa hasta la posesión real y completa de una concepción del mundo coherente y unitaria (Quaderni del carcere, Ed. Valentino Gerratana, pág. 1385)
Relacionando esta reflexión de Gramsci con su conocida “clasificación” de “Análisis de situaciones y correlaciones de fuerzas”, en el cual establece tres “momentos” para el análisis de las relaciones de fuerzas (el de las fuerzas sociales, el de las fuerzas políticas y el de las fuerzas militares) y plantea que en el segundo “momento” hay un primer nivel en que la clase trabajadora toma conciencia de la necesidad de la lucha contra el patrón, obreros contra el patrón, un segundo nivel en que pasa a la lucha de toda la rama y a referenciarse en el sindicato a nivel nacional e incluso en las iniciativas políticas que aparecen como punto de apoyo de la lucha sindical, en una elemental idea de independencia de clase (más conocido como el “Nivel 2”), y un tercer nivel “hegemónico” de reconocer como propio un partido que se propone elevar a la clase obrera a clase dirigente. Si ligamos la idea de la “doble conciencia” con este desarrollo, podemos sostener que tiene su correlato en la conciencia del trabajador individual con el desarrollo de una concepción que va haciéndose cada vez más coherente desde el punto de vista ideológico, aunque no en términos absolutos sino como tendencia histórica general. En este contexto, la “doble conciencia” es una tendencia producto de la separación entre economía y política en el capitalismo y a su vez el punto de partida de su propia superación, como se ha demostrado en los momentos de ascenso de la lucha de clases y construcción de organizaciones obreras revolucionarias.
Subjetividad, expresión y toma de conciencia
Según distintos enfoques, la conciencia de la clase obrera se “expresa” en sus acciones de lucha. Otros hacen hincapié en sus “instituciones” o formas de organización, incluida la adhesión a determinadas corrientes políticas, burguesas, reformistas, centristas o revolucionarias. Otras corrientes intentan tomar las prácticas de la clase con un enfoque totalizador en lo que se denomina “cultura obrera”. Sin duda, también están los que privilegian enfoques “cuantitativos” u objetivistas de la clase obrera y terminan asignando roles progresivos a la burocracia sindical en tanto agente que juega el rol de negociar salario y condiciones de trabajo.
Desde nuestro punto de vista, todos estos enfoques son parciales y nos resulta más adecuado tomar el concepto de “subjetividad”, (término que también introduce Hernández en el artículo que mencionamos al principio) ya que permite abarcar tanto las disposiciones de fuerza objetiva, la autopercepción y las ideas, como las acciones e instituciones; y poner en relación todos estos elementos. Y es útil para comprender la relación que establece la propia clase entre su condición o fuerza objetiva y su autopercepción subjetiva.
En un sector de los marxistas, tiene mucho peso la posición que supone que la conciencia de la clase obrera "se expresa" objetivamente en sentido revolucionario pero sin romper con las concepciones burguesas. La idea de una experiencia supone la idea de “expresión” en tanto la experiencia une la conciencia anterior con la nueva que se va forjando en una toma de conciencia inherente a la lucha de clases, coexistiendo lo viejo. Sin embargo, la noción inmanentista de “expresión” puede dar la idea también de un cierto mecanicismo o de una conciencia que no tendría formas de expresarse más que como una serie de prácticas sin reflexión sobre la propia práctica, es decir, sin trascender las prácticas particulares y establecer generalizaciones y por ende sin romper con la ideología burguesa. Como afirma León Trotsky, “Ciertamente, «el ser determina la conciencia». Pero eso no significa en modo alguno una dependencia directa y mecánica de la conciencia respecto a las circunstancias externas. La existencia se refleja en la conciencia según las leyes de la conciencia. El mismo hecho objetivo puede tener un efecto político diferente, a veces opuesto, según la situación general y los acontecimientos precedentes” (¿Cuánto tiempo puede durar Hitler?. 1933). Y entre los elementos de la situación general y los acontecimientos precedentes, se encuentran la relación de fuerzas producto de los resultados de la lucha de clases y el rol de las direcciones políticas que juegan su rol moldeando la subjetividad y la conciencia en determinados momentos históricos.
Y además hay que tener en cuenta que una visión estática o evolutiva la “doble conciencia” no prepara para los momentos en que producto de crisis sociales o económicas, catástrofes o guerras, se agudiza la lucha de clases y se desarrollan las condiciones para saltos en la conciencia y en la práctica del movimiento obrero y de masas, es decir para los momentos de revolución:
El marxismo se considera como la expresión consciente de un proceso histórico inconsciente. Pero el proceso “inconsciente” en sentido histórico-filosófico, y no psicológico, sólo coincide con su expresión consciente en sus puntos culminantes, cuando las masas por el empuje de sus fuerzas elementales rompen las compuertas de la rutina social y dan una expresión victoriosa a las necesidades más profundas de la evolución histórica. La conciencia teórica más elevada que se tiene de una época en un determinado momento, se fusiona con la acción directa de las capas más profundas de las masas oprimidas alejadas de toda teoría. La fusión creadora de lo consciente con lo inconsciente es lo que se llama comúnmente inspiración. Las revoluciones son momentos de arrebatadora inspiración de la historia. (...) (Mi Vida. pgs. 349/350 349)
Conciencia y lucha política
Por lo tanto, el análisis de la evolución (o involución) de la conciencia es una cuestión compleja. Y es un debate que no sólo tiene consecuencias teóricas, sino también para la práctica política y la estrategia.
Haciendo su propia lectura de las elaboraciones de E.P. Thompson, Ellen Meiksins Wood afirma: "Negar la autenticidad de la conciencia de clase 'parcial', tratarla de falsa en lugar de como una 'opción bajo presión', históricamente inteligible tiene consecuencias estratégicas importantes. Se nos invita ya sea a buscar agentes sustitutos de la lucha de clases y del cambio histórico, a dejar el campo libre al enemigo hegemónico". (Ellen Meiksins Wood. Democracia contra capitalismo. Siglo XXI. 2000, pág. 124). Esto quiere decir que naturalizar el estadio de “doble conciencia” como un invariable, lleva a eludir la lucha por el desarrollo de la independencia política de la clase obrera hacia la construcción de su propio partido, una opción que se considera prácticamente imposible; y por lo tanto reniega del combate contra las instituciones, corrientes y partidos que intervienen en la formación (o deformación) de la conciencia de la clase obrera, para evitar su desarrollo hacia una perspectiva revolucionaria o socialista.
Otra vez Trotsky sintetizará esta cuestión vital, demostrando que la conciencia no es homogénea (como no lo es la clase obrera) y es un territorio en disputa que no es reductible meramente a la propaganda y a la educación socialista (en el sentido escolar del término); sino que implica esencialmente una dimensión de combate político y estratégico. “La progresión de la clase hacia la toma de conciencia, es decir la construcción de un partido revolucionario que dirija al proletariado, es un proceso complejo y contradictorio. La clase no es homogénea. Sus distintas partes accederán a la toma de conciencia por caminos diferentes y a ritmos diferentes. La burguesía toma una parte activa en este proceso. Crea sus órganos dentro de la clase obrera y utiliza los que ya existen para oponer ciertas capas de obreros a otras. Diferentes partidos actúan simultáneamente en el seno del proletariado. Por todo esto, durante la mayor parte de su camino histórico, continua dividido políticamente” (León Trotsky “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado Alemán”. La lucha contra el fascismo en Alemania. CEIP 2013.).
Desde esta misma concepción, Lenin afirmaba que para los socialistas las huelgas son “escuelas de guerra”, porque “tras cada huelga asoma la hidra de la revolución”, y había que medirla y balancearla no tanto en sus resultados inmediatos (que por supuesto cuentan), sino en las enseñanzas que dejaban en los obreros, en el camino de su aprendizaje (su toma de “conciencia”) para la “guerra misma” contra los enemigos.
En este sentido, la "doble conciencia" como categoría histórica concreta en la experiencia del siglo XX se enmarca en una dinámica propia de las conquistas obreras de la segunda posguerra (ampliación de las mismas al precio de la burocratización y cooptación de las organizaciones de masas de la clase obrera).
Mientras en la Argentina surgía el peronismo, en el mundo, producto del complejo proceso de salida de la segunda guerra mundial (que incluyó derrotas y la destrucción de fuerzas productivas, que fueron la base para el desarrollo parcial posterior) se estableció el llamado “pacto keynesiano” en la misma época en la que James relata que comenzó a descubrir la cuestión de la “doble conciencia”, en la experiencia de su padre como delegado de fábrica y militante de izquierda en Inglaterra. Las direcciones del movimiento obrero durante este periodo, tanto en la Argentina frente el peronismo, como a nivel mundial, jugaron un rol en la formación de una subjetividad reformista y posibilista; moldearon la subjetividad y la conciencia del movimiento obrero.
Continuará.
JDM/FR
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