jueves, 21 de febrero de 2013

Una vez más sobre la "hegemonía"

Hace unos días, un amigo comentó las ambivalencias recurrentes en el "uso" de la categoría de "hegemonía" o mejor dicho la necesidad de aclarar mejor de qué hablamos cuando usamos tal término. La conversación continuó alrededor de las relaciones entre la elaboración que hace al respecto el marxista italiano Antonio Gramsci, el peso que en tal elaboración tiene su posicionamiento respecto de la lucha interna en el PCUS, las apropiaciones posteriores por corrientes diversas de las elaboraciones gramscianas y todo eso resultó un tema más que pertinente para un primer post de este blog. 

Perry Anderson historizó el itinerario de las elaboraciones marxistas sobre la cuestión de la hegemonía, desde los orígenes en la socialdemocracia rusa hasta la metamorfosis que adoptó en el último Gramsci. Según Anderson, en los tempranos debates rusos Lenín llegó a afirmar: «Predicar a los obreros que lo que necesitan ««no es la hegemonía, sino un partido de clase» significa traicionar la causa del proletariado en favor de los liberales; significa predicar que la política obrera socialdemócrata debe ser reemplazada por una política obrera liberal. Renunciar a la idea de hegemonía es la forma más cruda de reformismo en el movimiento socialdemócrata ruso». La lectura literal de esta cita, con los parámetros de los debates marxistas actuales y con laberínticos caminos que tomó la idea de "hegemonía", puede ser engañosa porque el "partido de clase" contra el cual discute Lenín, es aquel de tipo sindicalista, de quienes negaban que el proletariado debía luchar políticamente contra el zarismo y cumplir un rol dirigente en la revolución. La noción fue forjada en medio de los debates sobre el rol del proletariado en la lucha contra el zarismo. Lenín dice que si el proletariado no practica una política "hegemónica", cae preso de la política liberal (en tanto que se limite a una orientación sindicalista-corporativa), por dejar en manos de la burguesía la dirección política.

La III Internacional utiliza el concepto en varios de sus documentos y el Cuarto Congreso de 1922, hace un primer desplazamiento en su uso, no ya sólo para poner de manifiesto la ubicación de centralidad política de la clase obrera en las alianzas que debería llevar adelante en la revolución, sino para explicar cierta forma del dominio burgués, afirmando que la burguesía apuesta permanentemente a separar "lo económico de lo político" como la mejor garantía para que no corra riesgo su hegemonía.

Gramsci realiza un desplazamiento cualitativamente mayor hacia utilizar la noción alternativamente para explicar tanto las necesarias alianzas del las clases subalternas (o la "hegemonía" del proletariado), como la dominación de la burguesía en los países "occidentales". 

Pero es en el debate sobre la orientación del Estado Obrero ruso, que se da a mediados de los años 20, en plena lucha de fracciones en los orígenes del stalinismo y el trotskysmo, donde se pueden encontrar pistas en Gramsci de una visión que emparenta la hegemonía con una idea de "política nacional" por encima del predominio social y político del proletariado. 

En su carta al CC del PCUS se puede leer: 

"(...) Camaradas, jamás en la historia se ha visto que una clase dominante estuviera en su conjunto en condiciones de vida inferiores a las de determinados elementos y estratos de la clase dominada y sujeta. Esta contradicción inaudita es la que ha reservado la historia para el proletariado; en esta contradicción se encuentran los peligros mayores para la dictadura del proletariado, especialmente en los países en los cuales el capitalismo no había alcanzado un gran desarrollo ni había conseguido unificar las fuerzas productivas. (...) Pero el proletariado no puede llegar a ser clase dominante si no supera esa contradicción con el sacrificio de sus intereses corporativos, no puede mantener la hegemonía y su dictadura si no sacrifica, incluso cuando ya es dominante, esos intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase. (...) En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalismo, la que ha impedido hasta ahora al proletariado occidental organizarse como clase dirigente. Sólo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria en régimen de N.E.P., o sea, en el pleno despliegue de la contradicción que hemos indicado."

Sobre esta cuestión escribimos en otras ocasiones acá, acá y acá. El "sustituísmo" o "subjetivismo de partido" que deja de manifiesto la posición de Gramsci abre la puerta a distintas interpretaciones o deformaciones. Deja planteada la posibilidad que la "autonomía de la política" se deslice peligrosamente a hacia una excesiva independencia de sus determinaciones de clase. Esa metamorfosis gramsciana del concepto deja abierta la posibilidad de distintas variantes que pueden deslizarse hacia "ilusión de lo político", y llegar hasta degeneraciones totales como convertir a la hegemonía en un significante vacío. 

Si bien Gramsci nunca dio el paso de, por decirlo de un modo burdo, "transformarse en Laclau", su identificación del interés histórico de la clase obrera con la política neopopulista de Bujarin-Stalin en 1926, opone dos modelos posibles de hegemonía: la del proletariado que pone en pie un Estado, contra el cual incluso tiene que tener la posibilidad de defenderse, por sus graves deformaciones burocráticas (Lenin) o la del grupo dirigente que, a la cabeza del Estado, toma medidas de debilitan la posición social de la clase obrera, en función de mantenerse en el poder, basándose en el campesinado. 

Es un tema para un estudio más profundo hasta dónde se puede identificar este posicionamiento de Gramsci con sus teorizaciones más generales, pero lo cierto es que la ausencia de la democracia soviética en las elaboraciones de los Cuadernos de la Cárcel y el hincapié en el Partido como mito-príncipe trazan una cierta continuidad entre su posicionamiento sobre la hegemonía en la URSS y sus elaboraciones sobre la guerra de posición en "Occidente", en las que se habla de elaborar un voluntad colectiva nacional-popular (que en la práctica de Gramsci, tiene el antecedente de su adscripción al giro hacia los campesinos planteado por Zinoviev después de la derrota de 1923 en Alemania, en la época del V Congreso de la IC).

La necesidad de que la clase obrera tenga un programa y política hegemónicos contra el corporativismo sindicalista es el costado fuerte de la noción, este es el sentido que tenía para Lenin. La controversia es si el uso de la idea de "hegemonía" es para desarrollar una estrategia que le dé un sentido revolucionario o para oponer hegemonía "en general" (que puede coincidir también con una idea de "izquierdas" más allá de su inserción social) a la hegemonía proletaria.

Surgen a su vez los clásicos interrogantes: ¿cómo una clase que, a diferencia de la burguesía, está desprovista de todo, puede convertirse en "hegemónica"?; y en todo caso ¿cuál es el momento en que la clase obrera puede llegar a esa situación?

La respuesta a estas preguntas puede llevar, en líneas generales, a dos grandes orientaciones políticas y estratégicas. La reformista gradualista (con todas sus variantes) que pelea por la conquista permanente de posiciones en las instituciones "privadas" o estatales que le permitan a la clase obrera hacerse fuerte social y hasta culturalmente, para conquistar "capacidad hegemónica". En cierta medida una forma de transpolar la estrategia de la burguesía en la revoluciones burguesas a la clase obrera. O, por el contrario, una estrategia revolucionaria que entienda la "potencialidad hegemónica" de la clase obrera como la capacidad de forjar una alianza obrera y popular, que puede hacerse efectiva cuando en momentos de ascenso revolucionario, demuestra capacidad de decisión para hacerse del mando. Esta estrategia debe ir acompañada de un programa que incorpore las demandas de todos los sectores oprimidos por el capital, que en las sociedades actuales más complejas que la simple distinción de "oriente" y "occidente", se multiplicaron bajo la forma de múltiples movimientos que varían incluso de país en país. 

El punto es definir como la clase obrera pasa en las sociedades capitalistas actuales de se subordinada a dominadora ya que "no hay ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de dominadora súbitamente, de la noche a la mañana, aunque esta noche sea la de la revolución. Es necesario que ya en la víspera ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto a la clase oficialmente dominante; más aún, es preciso que en ella se concentren las esperanzas de las clases y de las capas intermedias, descontentas con lo existente, pero incapaces de desempeñar un papel propio"

Estas opciones hacen a dos clases de partidos: uno de tipo reformista, como la socialdemocracia alemana o el PCI toglattiano, o uno de tipo leninista que busca la conquista de posiciones estratégicas en la clase obrera que le permitan, conquistar su dirección y a través de un sistema de engranajes aglutinar a resto de los sectores populares cuando emergen procesos revolucionarios. 

O sea que la capacidad "hegemónica", desde la perspectiva leninista no es reductible exclusivamente al poder social, sindical (o cultural) de la clase obrera, aunque lo presupone en cierta medida, como tampoco lo es a la autonomía total de "lo político". Los soviets o los organismos de autoorganización son la mejor "forma institucional" para la hegemonía y el partido, cuando verdaderamente merece ese nombre, es decir cuando agrupa a la vanguardia de la clase obrera, el que apuesta a hacer realidad la potencialidades revolucionarias de la clase obrera en lucha con las tendencias reformistas y centristas. 

Lo "paradójico" es que a lo largo de la lucha de clases en el siglo XX todos los que después de Gramsci hicieron de la cuestión de la "hegemonía" su principal bandera (reformistas de distinto tono), son los que trabajaron permanentemente para evitar que la clase obrera se hiciera hegemónica, sólo por el simple hecho que su función es evitar que "se haga del mando".

JDM/FR

lunes, 18 de febrero de 2013

A modo de presentación


Después de un par de años de intercambios y debates en El Violento Oficio de la Crítica y Los Galos de Asterix, y de muchos otros diálogos que no se hicieron públicos, pero que dispararon reflexiones, nos decidimos a encarar la elaboración de un blog común. 

Sin dejar los abordajes, matices y diferencias de estilo de ambos blogs, que seguirán su labor, centrada en reflexiones políticas, teóricas y estratégicas principalmente relacionadas con la política nacional, nos proponemos con este blog abordar otras cuestiones que quedan generalmente por fuera de la agenda de lo más urgente, pero hacen a los problemas de fondo, o mejor dicho a otra clase de problemas de fondo.

Después de cinco años de crisis capitalista, se impone una mayor reflexión sobre los problemas del marxismo, su relación con el movimiento histórico de la clase obrera y las vías para su recomposición desde el punto de vista teórico. 

Más allá de los modestos antecedentes de los administradores de este blog en el terreno de la elaboración teórica de largo aliento (deambulamos entre los formatos del post y el ensayo breve las más de las veces), confiamos en que será un espacio propicio para volcar, reescribir y profundizar en distintas reflexiones que hacen al rol del marxismo como teoría, ciencia o concepción del mundo, para dar la necesaria lucha ideológica contra los enemigos del marxismo.

Pero también para seguir abriendo preguntas, releer críticamente los debates que muchos dieron por cerrados y poner en cuestión los intentos de reconstrucción del marxismo que, si bien tienen el mérito de señalar la vigencia del pensamiento de Marx, lo hacen en clave de un aggionarmiento que considera dadas ciertas premisas que son más producto de las derrotas impuestas a la clase obrera durante los años de restauración burguesa, que verdaderas autocríticas realizadas por motivaciones científicas. 

Aspiramos a que el objetivo, grande de por sí, compense las falencias de nuestras labores, que igualmente estarán impregnadas del espíritu que sintetiza Labriola en la frase que encabeza el blog a modo de "epígrafe", y que reafirma el necesario y lento trabajo cotidiano para la "conquista" de grandes ideas que, efectivamente, no caen del cielo...

Fernando Rosso / Juan Dal Maso