martes, 28 de mayo de 2013

Opaca es la realidad…(respuesta a Rosso, Dal Maso, Crivaro) - Post de Fernando Aiziczon


“Salvar la herencia no significa limitarse a ella” (Lenin)


No tiene sentido buscar en cada nuevo movimiento social la reencarnación de Palmiro Togliatti (en eso reside la afirmación sobre el rol inobjetable de los nuevos movimientos sociales en la revitalización de un marxismo estratégico), como tampoco lo tiene el acorazar la teoría marxista dentro del arbitrario campo de lo científicamente válido. Por lo demás, sabemos que nuestro valioso ejemplo de Zanón puede también demostrar que en el propio territorio de Neuquén los ceramistas si bien son el “sujeto obrero” de ningún modo constituyen un actor estratégico al interior del movimiento obrero local que, como seguramente mis grandes amigos lo saben (y sufren), está representado por el sindicato petrolero, que es a la vez ejemplo histórico de sindicato burocrático que puede quebrar tanto huelgas docentes como acompañar con todas sus energías las aventuras políticas más reaccionarias de aquella particular provincia. Sin embargo…


La “confusión de planos” que acusan en particular FR y JDM y que por momentos parece tomar la forma de una demarcación taxativa entre los territorios de lo teórico y lo práctico contiene, a mi modo de ver, una buena parte del problema que aún permanece borroso: no es casual que en el último post parezca que la salida al atolladero emerja bajo la forma de un texto iluminador (“la teorización de Michel Burawoy”), un texto sin dudas interesante pero que poco ayuda a proseguir con el debate sobre núcleo duro de este blog: la hegemonía.

En efecto, uno puede concluir que la operación de Burawoy es, con todas sus virtudes analíticas y la erudición que exhibe, un movimiento de cobertura o resguardo del marxismo como teoría revolucionaria frente a eventuales amenazas liquidacionistas; de allí que muchas de sus nociones y propuestas utilicen palabras como “cinturones de protección” o hipótesis “progresivas” versus las que serían “degenerativas”, con lo que, más que observar la recreación teórica deseada por FR y JDM me permito decir que estamos frente a un intento defensivo-conservador (y por qué no, “a cualquier precio”), esperanzado en la cientificidad del marxismo y, por ambas cosas, tan abrumado por lo que debe ser lo real no obstante lo que dicha instancia –lo real- se empecina en ser (Marx). 

En otras palabras, la confusión de planos es en realidad expresión del dislocamiento entre “la poderosa heurística del marxismo” (como apunta Burawoy) y la dificilísima posibilidad de desarrollarse en términos de política revolucionaria en el plano de lo concreto, fruto de lo cual toda discusión sobre hegemonía tiende al estancamiento. Por eso, supongo, es posible la siguiente expresión de mis interlocutores: 

“En suma, ni tanto ni tan poco. Ni los fenómenos actuales expresan 100% el "núcleo duro" de la centralidad de la clase obrera postulado por el marxismo, ni las hipótesis accesorias (nuevas formas de movimientos sociales diversos) que podrían desprenderse de ellos dan lugar a un nuevo "núcleo duro" sin centralidad de la clase obrera. En suma, no queremos un marxismo dogmático, ni un marxismo posmoderno. Buscamos recrear un marxismo científico (en el sentido utilizado en este post), cuya solidez teórica tenga correlato en la estrategia y la práctica política.” (FR y JDM)

Mientras tanto… o cómo seguir siendo marxista (¿“por la negativa”?)

En la discusión que venimos siguiendo, las nuevas formas de los movimientos sociales expresarían “anomalías” respecto del núcleo duro marxiano, pero en cuanto tales o bien pueden relanzar la teoría (reanimarla) o bien pueden desactivarla e inutilizar el potencial subversivo del mismo (y con ello, claro está, volver inocuas las políticas de izquierda). 

Dicen FR y JDM: 

“La confirmación esencial del "núcleo duro" se dio en la larga-corta historia de la lucha de la clase obrera ‘por la negativa’ en dos sentidos: donde faltó la clase obrera como sujeto, fracasaron la inmensa mayoría de las revoluciones y las que triunfaron (excepcionalmente) tuvieron un desarrollo más que tortuoso. Por otro lado, las corrientes que desarrollaron programas ‘degenerativos’ del marxismo expresaban en parte fenómenos nuevos, aunque no los explicaron científicamente en el marco de la totalidad del sistema capitalista y muchos menos lograron transformar el mundo, es decir, no llegaron a triunfos revolucionarios, pero ‘por otros medios’. El ‘pos-marxismo’ es en este contexto el último producto de los programas degenerativos derivados de la teoría marxista”.

Afirma Burawoy:

“En la ciencia social las anomalías se generan externamente tanto como internamente. Los cambios históricos proveen un fondo en expansión de nuevas anomalías que imponen construir nuevos cinturones de teoría en las ramas y en ocasiones incluso nuevas ramas del programa de investigación (…) En la medida en que al marxismo le interesa cambiar el mundo que investiga y no meramente reflejarlo pasivamente, debe estar especialmente interesado en resolver anomalías y formular predicciones”.

La teoría no puede separarse del contexto histórico en la que se pretende asentar, de lo contrario se cae en una “limitada capacidad para reconocer primero y luego digerir las anomalías”. Pero por contexto histórico no hay que comprender exclusivamente las corrientes políticas que en él se desarrollan y cómo estas pueden o no desviarse de las originales, sino también, y principalmente, un horizonte político-cultural determinado que es el que explica el surgimiento de aquellas: desde los conceptos y categorías circulantes hasta los modos de hablar y hacer política. 

Considero las discusiones teóricas como una práctica que obedece a unas condiciones de posibilidad concretas (la teoría como forma de la política): no se puede discutir ni teorizar algo (hegemonía) impracticable o que no tenga suficiente correlato con el hacer ni con la realidad desde donde se discute. Así, los debates entre populistas y marxistas, entre bolcheviques y mencheviques, los de la III Internacional, o las posiciones de Gramsci obedecen a situaciones pre revolucionarias, coyunturas de gran movilización, o algo que nos resulta inimaginable: grandes y poderosos partidos y sindicatos de izquierda con miles de obreros en sus filas, con una intensa experiencia de representación parlamentaria y nutridos de enormes figuras militantes e intelectuales. Estas fueron las bases de una vigorosa cultura política de izquierda que hoy sirve de referencia.

Con todo, me paro en la vereda de enfrente de aquellos que sueñan con descartar la teoría marxista por el mero hecho de que el contexto es distinto. Comparto la búsqueda de mis interlocutores (¡cómo no!), es más, la recreación de un marxismo de base científica, mientras exista el capitalismo, tiene su humus asegurado (los trabajadores) y sólo desaparecerá (el marxismo) con su “núcleo duro” cuando el capitalismo desaparezca de la faz de la tierra. Así al menos culmina Burawoy su artículo, que no sólo reivindica a Lenin, Trotsky, Gramsci y Rosa Luxemburgo, sino también a personajes tan disímiles como Habermas o R. Bahro.

Más allá de todo aparente pesimismo, lo que más me preocupa no es ni la inocencia ontológica de los nuevos movimientos sociales, ni la (in)voluntariedad hegemónica (y folclórica) del proletariado, ni mucho menos el echar mano a la cientificidad de una teoría (con toda la connotación negativa que hoy en día esa palabra contiene) sino lo que ya dije en otros post y reactualizo con otros elementos: ¿cuál es el precio teórico-práctico a pagar por sostener el “núcleo duro” sin incorporar creativamente el desafío que presentan las diversas “anomalías”, incluso yendo más allá de los nuevos movimientos sociales?, ¿cómo plantear una estrategia socialista aceptando que la realidad de la centralidad del sujeto “obrero” perdió popularidad para ganar en perplejidad a la vez que dicha centralidad sigue siendo irrefutable?. Finalmente, ¿cómo es posible formar una militancia revolucionaria que no cargue sobre su subjetividad política con estas disonancias concretas, disonancias que bien pueden llevar a creer que se acompaña a determinados procesos políticos cuando en realidad se los hostiga por no ser leales al “núcleo duro” del marxismo? 

Si bien la coyuntura reciente (Venezuela, Bolivia) viene demostrando a toda velocidad que los denominados movimientos sociales o las dudosas experiencias de ‘socialismo del siglo XXI’ latinoamericanos que llegaron al poder se encuentran duramente cuestionadas incluso por sus propias bases poniendo en peligro su continuidad o abriendo el camino a derivas furiosamente reformistas (cuestión que de ningún modo invalida pensar el cómo lograron ese éxito inicial y el cómo construyeron hegemonía), no considero saludable dejar pasar la oportunidad de renovar al marxismo bajo la aparente calma que la solidez de su heurística proporciona frente a estos fenómenos concretos (ese y no otro es el sentido de la “intuición” aquí planteada), pues está visto que el problema de la hegemonía tal como vengo sugiriendo sigue siendo una cuestión, además de política, de orden práctico y cultural… en el más “científico” de los términos. 

F.A.

2 comentarios:

  1. Para Fernando lo que seeria la izquierda tradicional "hostiga" a determinados procesos políticos, en vez de "acompañarlos"... Sugiere entonces que la izquierda deje de lado sus principios y banderas para poder acompañar una causa (por ejemplo, el fracking y el asunto de Chevrón)? No sería eso centrista e hipócrita? A menos, claro, que cambiemos nuestra estrategia de fondo.
    Lo que pasa es que para pensar la hegemonía hay que pensar también cuál es el problema principal que enfrentamos, y el gran problema, lo que causa la mayor crisis a la humanidad entera es el sistema capitalista. Creo que desde ahí hay que pensar la hegemonía.
    ¿o un ambientalista no es también trabajador? ¿un no heterosexual o una feminista no sufre también una opresión mayor en el sistema capitalista? Y con aquellos que no pertenecen a la clasa explotada mejor ni nombrarlos, no podemos hacer alianza con ellos. o si?
    Lejos de "hostigar" a "determinados procesos políticos" y sólo "acompañar", la izquierda ES PARTE (o debería serlo) de esos procesos políticos, porque en la izquierda también hay ambientalistas, artistas, feministas, no heterosexuales, estudiantes, etc.
    A lo que voy es que no somos sujetos escindidos que acompañamos desde afuera determinados procesos políticos.
    En cuanto al orden práctico y cultural, considero que es deber de todo revolucionario (y más los del núcleo duro) cuestionar su vida cotidiana, su cultura, cuestionar sus prejuicios, su machismo, muchas veces su nacionalismo, etc. Hay quienes lo hacen y no tengo acuerdo con decir que son ajenos a determinados procesos políticos.
    Aplaudo de pie a los obreros revolucionarios que se preocupan por temas de orden práctico y cultural, como los obreros de Zanón que tanto han hecho por la comunidad.

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  2. ¿ Y si dejaran de mirar a Stalin por encima del hombro ? ¿ Y si empezaran a aprender de él en vez de ignorarlo con ínfulas de superioridad ? Después de todo, el tipo fue el artífice del único marxismo realmente existente. Recibió un país de arados con bueyes y lo devolvió con aviones de reacción y bombas termonucleares. Por supuesto que no va a ser para nada "políticamente correcto". Pero la revolución no tiene futuro con revolucionarios preocupados por quedar bien en círculos intelectuales. Piénselon.

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